Mi ser perfecto.

He sentido muchas cosas. Cada día descubro algo diferente que me hace asombrarme de la volatilidad de nuestros momentos. Pues la felicidad es solo eso: un momento revestido de gloria, un orgasmo disfrazado de un nirvana espiritual que como las mejores cosas de la vida solo dura unos instantes.

No puedo decir que no haya sido feliz. Sin embargo en mi destino estabas tú. Tú como un contraste confuso y delicioso. Tú como un sabor amargo que endulzaba mi garganta. Tú como una suave caricia arañando mi piel. Tú como una palabra de odio que alimenta el amor en el corazón. Tú intentando vivir, intentando creer, jugando a amar. Tú: algo parecido al amor.

Eres todo y eres nada. Sé que no eres la persona que va a cambiar mi vida. Sé que ni siquiera serás aquel con el cuál compartiré las noches. Sin embargo, eres cada minuto de cada día. Presente y distante. Llegando por momentos a traerme la misma luz que apagas cuando corres tras el viento, tras la nada.

Yo mientras tanto te reinvento cada día. Te moldeo como arcilla en mi mente, creando espacios irreales en los cuales nuestra unión es perfecta, es intensa. El día que te olvide solo quedará este otro ser inventado por mí. Un ser perfecto, que lleva tu cara y tu nombre pero que dista ampliamente de ser tú. Una persona sin gloria, sin defectos que disfruta cambiando cada vez que así yo lo decido, sin mente y sin alma.

Te reinvento y te hago mío. Y aterrizo nuevamente cuando me miras. Cuando con tu sonrisa macabra me dices que estás aquí. Todo se hace polvo. ¿Por qué vuelves a mí?

Sin embargo aquí estoy... corriendo tras tu sombra, tras tus huellas convertidas en polvo. Viviendo una soledad en compañía, pues juntos no llenamos nuestros vacíos, sino que aumentamos nuestros abismos, nuestros miedos...