miércoles, 13 de octubre de 2010

La estrella de mar.

Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez. Tan pronto como me aproximé me di cuenta que lo que el hombre arrojaba al agua eran estrellas de mar que las olas había depositado en la arena.

-Señor ¿qué está haciendo?- pregunté intrigada.

-Estoy lanzando éstas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves la marea es baja y éstas estrellas han quedado en la orilla. Si no las devuelvo al mar morirán aquí por falta de oxígeno.

-Entiendo. ¡Pero debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa! No puede lanzarlas todas. Son demasiadas. Y quizá no se dé cuenta de que esto sucede en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No está haciendo algo que no tiene sentido?

El hombre sonrió, se inclinó y agarró una estrella marina. Mientras la lanzaba de vuelta al mar me dijo:

-Para ésta si lo tuvo.


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Sé que no se puede hacer nada para solucionar todas las penas del mundo, pero mucho para ayudar en el pedacito de mundo que te toca.

Por eso si alguna vez puedes hacer algo que provoque una sonrisa, un bien común, un estímulo, un pensamiento… no dudes en hacerlo. Porque hacer algo por los demás sin esperar nada a cambio es realmente gratificante para uno mismo.

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