miércoles, 29 de septiembre de 2010

Mi condena.


Ni las estrellas brillan en el cielo, ni esta noche es la noche perfecta.

Tú... eres intocable. Como un leve susurro desvanecido en el aire que se esconde tras el miedo. La muerte ha sacado lo peor de ti, y ahora ya no tienes nada más que ofrecerle al mundo salvo rencor. Tu aura me inunda y caigo en la oscuridad cada vez que miro a tus penetrantes y agudos ojos oscuros. Tus depravados besos me hacen caer en el inconsciente, y a veces me haces daño... pero no te culpo por ello. Y sé que nunca serás lo que no quieres ser, nunca serás todo lo que yo espero. Porque ni siquiera te importa lo que yo espero de ti. Y aún así, sigo a tu lado.
Estás loco.
Estás enfermo.
Y estás enamorado... de mí. Y ahora mi vida será un completo martirio.
Haces que las flores se marchiten y que las nubes oculten la claridad del día. Todo lo que tocas se hace añicos... excepto mi corazón. ¿Por qué sigue latiendo cuando te miro? Deja de alimentarlo con tus miradas y tus caricias. Déjame ser libre, pero sígueme queriendo. Ya no recuerdo qué era el optimismo, ni tampoco la suerte. Porque he caído en este pozo y ya no sé como salir. Todo a tu lado es eterno y angustioso.

Y quizás ni las estrellas brillan en el cielo, ni esta noche es la noche perfecta... pero sé que mi corazón morirá feliz a tu lado, aunque esto sea una condena.

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