Siempre tuve miedo de saltar del precipicio. Esa oscura sensación de que todo va a salir mal si asumo el riesgo de caer sin la certeza de que voy a terminar sana y salva. Sin ninguna cicatriz. Es imposible saberlo... pero si nunca salto del precipicio nunca sabré lo que es volar, vivir aventuras, conseguir ese amor propio que me falta, sentir esa libertad, una explosión de sentimientos caóticos.
Muchos dicen que es mejor prevenir que curar. ¿A qué le tenemos miedo? Si vas por la vida intentando no ser herido, nunca sabrás como tratar con el dolor.
Y las cosas no siempre tienen por qué salir bien. La vida nunca es justa... y tenemos que aprender a vivir con ello. Si damos por imposible cualquier tipo de oportunidad, si nos resignamos... hemos perdido. Y si siempre tenemos miedo a perder, siempre perderemos.
Por eso es mejor arriesgarse y saltar. Adentrarse en un mundo de inseguridades e incertidumbres... y quizás cuando lleguemos al suelo nos demos cuenta de que el viaje no ha sido para tanto, o de que ha sido la mejor experiencia jamás vivida, o de que hemos salido heridos. Pero una cosa será innegable, tendremos recuerdos permanentes y la sensación de que hemos sido valientes al afrontar la vida y de superar sus limitaciones.
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