Y de nuevo llegó la noche, me retuerzo en mi insomnio,
recuerdo tus palabras vacías de valor y entonces amanezco con sabor a rabia.
Reconstruyo mi día a día con miradas pasadas y lugares que ahora carecen de
sentido. Entonces vuelvo a ser esa persona con sueño y despistada que solo
buscar algo que la mantenga respirando. Luego estás tú, decidido. Sonriente.
Caminas por tu luminosa calle, recta, lisa, y tienes ese resplandor que todo el
mundo adora. Yo observo desde el otro lado como eres capaz de vivir con tanta
hipocresía. Mi calle está vacía, las farolas no alumbran, camino sobre este
suelo pedregoso, tropiezo, me levanto. Tan solo oigo silencio y ésta voz
interior que me dice 'eres mía'. Grito de dolor. Estas cadenas pesan demasiado,
me duelen las muñecas. Y aunque quizás serías capaz de arrancártelas y correr,
sabes que es una tarea ardua. Demasiado esfuerzo para un cuerpo tan cansado. Entonces
te rindes, te sientas al borde de la acera, y contemplas el acto final.