Lanzó un grito ahogado. La almohada no podía contener tanta
rabia, tanto dolor. Suspiró profundamente. No pudo. Su respiración entrecortada
podía con ella. Dolía respirar. Se aferró a su cuerpo como si quiera estrujarse
a sí misma hasta deshacerse. No lo consiguió. Solo clavó las uñas en su
espalda. Marcas que a lo largo de los días desaparecerían.. las de su corazón
no. Sollozó y se contuvo. Luchó por no caer en aquella espiral, pero ya estaba
totalmente inmersa en ella. Una lágrima tranquila resbaló sobre su rostro. Ya
no había marcha atrás. Lloró y lloró sin que nadie la detuviese, siquiera ella
misma podía detenerse. Hasta que la calma se apoderó de su cuerpo. Entonces fue
cuando se dio cuenta de cuán rota estaba. Y de lo que poco que su sufrimiento
importaba a alguien. Y como cada noche, sus ojos cayeron por su propio peso y
se adentró en sus sueños truncados.